lunes, 28 de mayo de 2012

LA PRIMERA PROSA MEDIEVAL DEL SIGLO XIV

Hasta el siglo XIV no se escribió la narración en prosa, en castellano.
El Conde Lucanor de Don Juan Manuel, de 1935  es la primera obra escrita en prosa y está formada por 51 cuentos o exemplos que tienen un fin didáctico es decir sirve para enseñar y tienen siempre la misma estructura:
1) El Conde Lucanor plantea un problema a su ayo patronio.
2) Patronio le contesta con un cuento.
3) Posteriormente, le explica como aplicar el cuento a su problema y le da un consejo.
4) Don Juan Manuel decide incluir el cuento en un libro y le añade una moraleja final.

Cuento de Doña Truhana
Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio en esta guisa:
-Patronio, un hombre me dijo una razón y mostrome la manera cómo podía ser. Y bien os digo que tantas maneras de aprovechamiento hay en ella que, si Dios quiere que se haga así como él me dijo, que sería mucho de pro pues tantas cosas son que nacen las unas de las otras que al cabo es muy gran hecho además.
Y contó a Patronio la manera cómo podría ser. Desde que Patronio entendió aquellas razones, respondió al conde en esta manera:
-Señor conde Lucanor, siempre oí decir que era buen seso atenerse el hombre a las cosas ciertas y no a las vanas esperanzas pues muchas veces a los que se atienen a las esperanzas, les acontece lo que le pasó a doña Truhana.
Y el conde le preguntó como fuera aquello.
-Señor conde -dijo Patronio-, hubo una mujer que tenía nombre doña Truhana y era bastante más pobre que rica; y un día iba al mercado y llevaba una olla de miel en la cabeza. Y yendo por el camino, comenzó a pensar que vendería aquella olla de miel y que compraría una partida de huevos y de aquellos huevos nacerían gallinas y después, de aquellos dineros que valdrían, compraría ovejas, y así fue comprando de las ganancias que haría, que hallóse por más rica que ninguna de sus vecinas.
Y con aquella riqueza que ella pensaba que tenía, estimó cómo casaría sus hijos y sus hijas, y cómo iría acompañada por la calle con yernos y nueras y cómo decían por ella cómo fuera de buena ventura en llegar a tan gran riqueza siendo tan pobre como solía ser.
Y pensando esto comenzó a reír con gran placer que tenía de su buena fortuna, y riendo dio con la mano en su frente, y entonces cayóle la olla de miel en tierra y quebróse. Cuando vio la olla quebrada, comenzó a hacer muy gran duelo, temiendo que había perdido todo lo que cuidaba que tendría si la olla no se le quebrara.
Y porque puso todo su pensamiento por vana esperanza, no se le hizo al cabo nada de lo que ella esperaba.
Y vos, señor conde, si queréis que los que os dijeren y lo que vos pensareis sea todo cosa cierta, creed y procurad siempre todas cosas tales que sean convenientes y no esperanzas vanas. Y si las quisiereis probar, guardaos que no aventuréis ni pongáis de los vuestro, cosa de que os sintáis por esperanza de la pro de lo que no sois cierto.
Al conde le agradó lo que Patronio le dijo e hízolo así y hallóse bien por ello.
Y porque a don Juan contentó este ejemplo, hízolo poner en este libro e hizo estos versos:
A las cosas ciertas encomendaos
y las vanas esperanzas, dejad de lado.
Fábula de esopo(s. VI a.C)
Una lechera llevaba en la cabeza un cubo de leche recién ordeñada y caminaba hacia su casa soñando despierta. "Como esta leche es muy buena", se decía, "dará mucha nata. Batiré muy bien la nata hasta que se convierta en una mantequilla blanca y sabrosa, que me pagarán muy bien en el mercado. Con el dinero, me compraré un canasto de huevos y, en cuatro días, tendré la granja llena de pollitos, que se pasarán el verano piando en el corral. Cuando empiecen a crecer, los venderé a buen precio, y con el dinero que saque me compraré un vestido nuevo de color verde, con tiras bordadas y un gran lazo en la cintura. Cuando lo vean, todas las chicas del pueblo se morirán de envidia. Me lo pondré el día de la fiesta mayor, y seguro que el hijo del molinero querrá bailar conmigo al verme tan guapa. Pero no voy a decirle que sí de buenas a primeras. Esperaré a que me lo pida varias veces y, al principio, le diré que no con la cabeza. Eso es, le diré que no: "¡así! "
La lechera comenzó a menear la cabeza para decir que no, y entonces el cubo de leche cayó al suelo, y la tierra se tiñó de blanco. Así que la lechera se quedó sin nada: sin vestido, sin pollitos, sin huevos, sin mantequilla, sin nata y, sobre todo, sin leche: sin la blanca leche que le había incitado a soñar.
-¿Qué es una Fábula? 

Es una forma literaria que consta de un texto o narración cuyo contenido es ficticio y que tras su final deja una moraleja o enseñanza. 

Cuento de un mancebo que se casó con una mujer brava.
Cuento de la lechera.(s. XVIII)
Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte
¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!
Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre le ofrecía
inocentes ideas de contento.
Marchaba sola la feliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:
"Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
merodeen cantando el pío, pío"
"Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino;
tanto que puede ser que yo consiga
ver como se le arrastra la barriga"
"Llevarélo al mercado:
sacaré de él sin duda buen dinero;
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña".
Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía!,
¡Qué palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre tu cantarilla la esperanza.
No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro:
mira que ni el presente está seguro.

-Opinión: que no hay que pensar en el futuro sino en el presente y vivirlo.
-Castillos en el aire: hacerse ilusiones vanas.
Cuento de Las mil y una noches.





domingo, 27 de mayo de 2012

MESTER DE CLERECÍA SIGLOS XII Y XIV.

Un monje copista

Un códice


Mester trago femoso, non es de joglaría
Mester es sen pecado, ca es de clerezía
fablar curso rimado por la cuaderna via,
a silabas cuntadas,ca es gran maestria.
-Castellano antiguo
-Versos alejandrinos=14 sílabas

Quiero fer una prosa en román paladino,
En cual suele el pueblo fablar con su vezino,
Ca no so tan letrado por fer otro latino:
Bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino

Mester: Género de literatura cultivado por los clérigos o personas doctas de la Edad Media, por oposición al de juglaría.


viernes, 25 de mayo de 2012

ACTIVIDADES SOBRE EL ROMANCERO



1ª.- Lee el romance que va a continuación las veces que sea necesario para entenderlo perfectamente. Utiliza el diccionario para saber el significado de las palabras señaladas en negrita:
EL REINO PERDIDO
(Anónimo)
Hay muchos romances protagonizados por don Rodrigo que recogen diversas leyendas sobre
el último rey godo. Los amores ilícitos de éste con La Cava llevaron al padre de ésta, don
Julián, a tomar venganza y a facilitar la entrada de los musulmanes en España.
Las huestes de don Rodrigo
desmayaban y huían
cuando en la octava batalla
sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas
y del real se salía,
solo va el desventurado,
sin ninguna compañía:
el caballo de cansado
ya moverse no podía,
camina por donde quiere
que no le estorba la vía.
El Rey va tan desmayado
que sentido no tenía:
muerto va de sed y hambre,
de verle era gran mancilla:
iba tan tinto de sangre
que una brasa parecía.

Las armas lleva abolladas,
que eran de gran pedrería:
la espada lleva hecha sierra
de los golpes que tenía:

el almete de abollado
en la cabeza se hundía:
la cara llevaba hinchada
del trabajo que sufría.
Subióse encima de un cerro,
el más alto que veía:
desde allí mira su gente
cómo iba de vencida,



de allí mira sus banderas
y estandartes que tenía,
cómo están todos pisados
que la tierra los cubría;
mira por los capitanes,
que ninguno aparecía;
mira el campo tinto en sangre,
la cual arroyos corría.
Él, triste de ver aquesto,
gran mancilla en sí tenía,
llorando de los sus ojos
desta manera decía:
"Ayer era rey de España,
hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos,
hoy ninguno poseía:
ayer tenía criados
y gente que me servía,
hoy no tengo ni una almena
que pueda decir que es mía.
¡Desdichada fue la hora,
desdichado fue aquel día
en que nací y heredé
la tan grande señoría,
pues lo había de perder
todo junto y en un día!
¡Oh muerte!, ¿por qué no vienes
y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino,
pues se te agradecería?"



2.-Responde a las siguientes preguntas.
a) ¿ De qué composiciones surgieron los primeros romances? Del cantar de gesta. 
b) ¿Qué es un hemistiquio? La mitad de un verso.
c) ¿A qué se llama cesura? Una pausa.
d) Para qué se componían originalmente los romances? Para ser recitados o cantados.
e) ¿A qué género pertenecen los romances? género épico.
f) ¿Qué clase de romance es? romance histórico.
g) ¿Cómo se han transmitido los romances? transmision oral, de generación en generación
h) Este romance pertenece al romancero nuevo o al viejo? ¿Por qué? ¿En qué se diferencian el romancero nuevo y el viejo? ¿En qué épocas se cultivan uno y otro? Es un romance viejo, porque el autor es anónimo.
El romancero nuevo están escritos por autores conocidos y cultos y el romancero viejo son romances anónimos.
El romancero nuevo a partir de la segunda mitad del siglo XVI y el romancero viejo desde el siglo XIV al siglo XVI.
i) Analiza desde el punto de vista métrico los siguientes verso del romance:

Las huestes de don Rodrigo
desmayaban y huían
cuando en la octava batalla
sus enemigos vencían.
Rodrigo deja sus tiendas
y del real se salía,
solo va el desventurado,
sin ninguna compañía:
el caballo de cansado
ya moverse no podía,
camina por donde quiere
que no le estorba la vía.
Número de sílabas de cada verso: 8
Versos que riman entre sí:
Versos que quedan sueltos:
¿Qué clase rima tienen? asonante
Escribe el esquema métrico de este fragmento:
Copia en forma de cantar de gesta estos versos dejando un espacio en blanco para separar los hemistiquios y realiza su análisis métrico:
Número de sílabas de cada verso: 8
Versos que riman entre sí : todos
Rima: consonante
Esquema métrico:
Las huestes de don Rodrigo desmayaban y huían
cuando en la octava batalla    sus enemigos vencían
Rodrigo deja sus tiendas       y del real se salía,
solo va el desventurado    sin ninguna compañía:
el caballo de cansado     ya moverse no podía,
camina por donde quiere   que no le estorba la vía.











j) Copia a la derecha ordenando los hechos que aparecen en el romance como corresponda.








Don Rodrigo se aleja del campo de batalla.
Don Rodrigo llama a la muerte.
Don Rodrigo contempla a su ejército vencido.
Don Rodrigo se lamenta de su desgracia.



k) En el romance hay algunas palabras como “desta”, “aquesto” que son arcaísmos, busca qué es un arcaísmo.
Elemento lingüístico cuya forma o significado, resultan anticuados en relación con un momento determinado.

l) En el romance hay algunas hipérboles que dan más expresividad al texto. Busca qué es una hipérbole y di si las subrayadas en rojo son hipérboles y por qué.
hipérbole: Figura que consiste en aumentar o disminuir excesivamente aquello de que se habla.
Sí son hipérboles,porque exagera las cosas que dice.


  1. Resume brevemente el argumento del romance:


lunes, 21 de mayo de 2012

ROMANCERO NUEVO

Romance sonámbulo.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

--Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los puertos de Cabra.
--Si yo pudiera, mocito,
este trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
--Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
--Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal
herían la madrugada.

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
--¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está tu niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


Romance actual
El crimen de Don Benito

ROMANCES DE CIEGO.
Se denomina romances de ciego a aquellos romances procedentes de ediciones de pliego que después se hicieron populares, hasta el punto de que solían ser invidentes quienes los iban cantando de pueblo en pueblo; también los vendían en pliegos de cordel.
Los romances de ciego se diferencian de los romances tradicionales, fundamentalmente, en que su estilo no es culto.
Con tendencia a narrar sucesos truculentos, suelen ser contados con el máximo detalle para intentar convencer de la veracidad de hechos que se dan a conocer en los mismos. Los que trabajaban recitando los romances de viejo lo hacían para ganarse la vida.






ROMANCERO VIEJO:CLASIFICACIÓN

 Estudia aqui los romances

Romance épico-lírico.
Romance del prisionero.
Que por mayo era, por mayo,
cuando hace la calor,
cuando los trigos encañan
y están los campos en flor,
cuando canta la calandria
y responde el ruiseñor,
cuando los enamorados
van a servir al amor;
sino yo, triste, cuitado,
que vivo en esta prisión;
que ni sé cuándo es de día
ni cuándo las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba el albor.
Matómela un ballestero;
déle Dios mal galardón.

Romance fronterizo.
Abenámar, Abenámar.
"¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calma,
la luna estaba crecida:
Moro que en tal signo nace
no debe decir mentira."
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
"Yo te lo diré, señor,
aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho,
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,
que la verdad te diría."
"Yo te agradezco, Abenámar
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!

Romance histórico.
Romance a cazar va don Rodrigo.
A cazar va don Rodrigo,   y aun don Rodrigo de Lara:
con la grande siesta que hace   arrimádose ha a una haya,
maldiciendo a Mudarrillo,   hijo de la renegada,
que si a las manos le hubiese,   que le sacaría el alma.
El señor estando en esto,   Mudarrillo que asomaba.
—Dios te salve, caballero,   debajo la verde haya.
—Así haga a ti, escudero,   buena sea tu llegada.
—Dígasme tú, el caballero,   ¿cómo era la tu gracia?
—A mí dicen don Rodrigo,   y aun don Rodrigo de Lara,
cuñado de Gonzalo Gustos,   hermano de doña Sancha;
por sobrinos me los hube   los siete infantes de Salas;
espero aquí a Mudarrillo,   hijo de la renegada;
si delante lo tuviese,   yo le sacaría el alma.
—Si a ti te dicen don Rodrigo,   y aun don Rodrigo de Lara,
a mí Mudarra González,   hijo de la renegada;
de Gonzalo Gustos hijo   y anado de doña Sancha;
por hermanos me los hube   los siete infantes de Salas.
Tú los vendiste, traidor,   en el val de Arabiana,
mas si Dios a mí me ayuda,   aquí dejarás el alma.
—Espéresme, don Gonzalo,   iré a tomar las mis armas.
—El espera que tú diste   a los infantes de Lara,
aquí morirás, traidor,   enemigo de doña Sancha.

Romance legendario.
El infante Arnaldos

¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza             
para su halcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la jarcia de oro torzal,             
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,           
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.              
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondióle el marinero,             
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.»  
 
Romance carolingio.
Romance de doña Alda
En París está doña Alda,   la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella   para la acompañar:
todas visten un vestido,   todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,   todas comían de un pan,
si no era doña Alda,   que era la mayoral;
las ciento hilaban oro,   las ciento tejen cendal,
las ciento tañen instrumentos   para doña Alda holgar.
Al son de los instrumentos   doña Alda dormido se ha;
ensoñado había un sueño,   un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida   y con un pavor muy grande;
los gritos daba tan grandes   que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,   bien oiréis lo que dirán:
—¿Qué es aquesto, mi señora?   ¿quién es el que os hizo mal?
—Un sueño soñé, doncellas,   que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte   en un desierto lugar:
do so los montes muy altos   un azor vide volar,
tras dél viene una aguililla   que lo ahínca muy mal.
El azor, con grande cuita,   metióse so mi brial,
el aguililla, con gran ira,   de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,   con el pico lo deshace.
Allí habló su camarera,   bien oiréis lo que dirá:
—Aquese sueño, señora,   bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo   que viene de allén la mar,
el águila sedes vos,   con la cual ha de casar,
y aquel monte es la iglesia,   donde os han de velar.
—Si así es, mi camarera,   bien te lo entiendo pagar.
Otro día de mañana   cartas de fuera le traen:
tintas venían por dentro,   de fuera escritas con sangre,
que su Roldán era muerto   en caza de Roncesvalles.

Romance novelasco
Garganta la Olla
Allá en Garganta la Olla,  
en la Vera de Plasencia,
salteóme una serrana,  
blanca, rubia, ojimorena.
Trae el cabello trenzado  
debajo de una montera
y, porque no la estorbara,  
muy corta la faldamenta.
Entre los montes andaba  
de una en otra ribera,  
con una honda en sus manos  
y en sus hombros una flecha. 
Tomárame por la mano  
y me llevara a su cueva;
por el camino que iba  
tantas de las cruces viera.
Atrevíme y preguntéle  
qué cruces eran aquellas,
y me respondió diciendo  
que de hombres que muerto hubiera.
Esto me responde y dice,
como entre medio risueña: 
Y así haré de ti, cuitado, 
cuando mi voluntad sea. 
Diome yesca y pedernal 
para que lumbre encendiera, 
y mientras que la encendía,  
aliña una grande cena;
de perdices y conejos  
su pretina saca llena,  
y después de haber cenado  
me dice: —Cierra la puerta. 
Hago como que la cierro,  
y la dejé entreabierta.
Desnudóse y desnudéme 
y me hace acostar con ella. 
Cansada de sus deleites 
muy bien dormida se queda,
y en sintiéndola dormida  
sálgome la puerta afuera.
Los zapatos en la mano  
llevo porque no me sienta, 
y poco a poco me salgo 
y camino a la ligera.
Más de una legua había andado 
sin revolver la cabeza, 
y cuando mal me pensé 
yo la cabeza volviera.
Y en esto la vi venir, 
bramando como una fiera,
saltando de canto en canto, 
brincando de peña en peña. 
Aguarda [me dice], aguarda, 
espera, mancebo, espera, 
me llevarás una carta 
escrita para mi tierra.
Toma, llévala a mi padre,  
dirásle que quedo buena. 
Enviadla vos con otro, 
o sed vos la mensajera.
 
-Romancero viejo: S.XIV-XVI Anónimo.
-Romancero nuevo: S.XVI-S.XX Y S.XXI Autores conocidos. 

EL ROMANCERO


PRIMERA VERSIÓN
ROMANCE DE GERINELDO
Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido,
fuese para la infanta donde estaba en el castillo.
—Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido.
—¿Quién sois vos, el caballero, que llamáis a mi postigo?
—Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo.
Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido,
y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido.
Recordado había el rey de un sueño despavorido;
tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido.
—Gerineldo, Gerinaldo, mi camarero pulido;
si me andas en traición, trátasme como a enemigo.
O dormías con la infanta o me has vendido el castillo.
Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido,
fuérase para la cama donde a Gerineldo vido.
El quisiéralo matar, mas criole de chiquito.
Sacara luego la espada, entrambos la ha metido,
porque desque recordase viese cómo era sentido.
Recordado había la infanta y la espada ha conocido.
—Recordados, Gerineldo, que ya érades sentido,
que la espada de mi padre yo me la he bien conocido.
SEGUNDA VERSIÓN
ROMANCE DE GERINELDO Y LA INFANTA
—Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido,
quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido.
Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo.
—Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo.
—No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.
—¿Y cuándo, señora mía, cumpliréis lo prometido?
—Entre las doce y la una que el rey estará dormido.
Media noche ya es pasada. Gerineldo no ha venido.
«¡Oh, malhaya, Gerineldo, quien amor puso contigo!»
—Abráisme, la mi señora, abráisme, cuerpo garrido.
—¿Quién a mi estancia se atreve, quién llama así a mi postigo?
—No os turbéis, señora mía, que soy vuestro dulce amigo.
Tomáralo por la mano y en el lecho lo ha metido;
entre juegos y deleites la noche se les ha ido,
y allá hacia el amanecer los dos se duermen vencidos.
Despertado había el rey de un sueño despavorido.
«O me roban a la infanta o traicionan el castillo.»
Aprisa llama a su paje pidiéndole los vestidos:
«¡Gerineldo, Gerineldo, el mi paje más querido!»
Tres veces le había llamado, ninguna le ha respondido.
Puso la espada en la cinta, adonde la infanta ha ido;
vio a su hija, vio a su paje como mujer y marido.
«¿Mataré yo a Gerineldo, a quien crié desde niño?
Pues si matare a la infanta, mi reino queda perdido.
Pondré mi espada por medio, que me sirva de testigo.»
Y salióse hacia el jardín sin ser de nadie sentido.
Rebullíase la infanta tres horas ya el sol salido;
con el frior de la espada la dama se ha estremecido.
—Levántate, Gerineldo, levántate, dueño mío,
la espada del rey mi padre entre los dos ha dormido.
—¿Y adónde iré, mi señora, que del rey no sea visto?
—Vete por ese jardín cogiendo rosas y lirios;
pesares que te vinieren yo los partiré contigo.
—¿Dónde vienes, Gerineldo, tan mustio y descolorido?
—Vengo del jardín, buen rey, por ver cómo ha florecido;
la fragancia de una rosa la color me ha devaído.
—De esa rosa que has cortado mi espada será testigo.
—Matadme, señor, matadme, bien lo tengo merecido.
Ellos en estas razones, la infanta a su padre vino:
—Rey y señor, no le mates, mas dámelo por marido.
O si lo quieres matar la muerte será conmigo.
TERCERA VERSIÓN
Romance de Gerineldo
Quien tuviera tal fortuna
Para ganar lo perdido
Como tuvo Gerineldo
Mañanita de domingo

Gerineldo era un buen mozo
Siervo del rey muy querido
Cuando sale del palacio
De hacer allí su servicio

Limpiando paños de seda
Para dar al rey vestido,
Mirándole está la infanta
Desde su alto castillo

Gerineldo, Gerineldo
La mañana de San Juan
Fue a dar agua a su caballo
A la orilla del mar

Mientras su caballo bebe
Su dama le echa un cantar
Las aves que iban volando
Se paraban a escuchar

No bebas agua caballo
No bebas agua del mar
Porque es agua muy salobre
Y podrías reventar

Gerineldo, Gerineldo
Paje del rey más querido
Cuantas damas y doncellas
Quisieran dormir contigo

Como soy vuestro criado
Os quereis burlar conmigo.
No me burlo, Gerineldo
Que de veras te lo digo.
¿A qué hora mi señora?
¿A qué hora y en que sitio?.
A eso de las once y media
Mi padre estará dormido

Ya han dado las once y media
Gerineldo va al castillo
Los zapatos en la mano
Para no ser conocido

Media noche ya es pasada
Gerineldo no ha venido.
¡Oh, mal haya, Gerineldo
quien amor puso contigo.

Abraisme la mi señora,
Abraisme, cuerpo garrido.
¿Quién a mi estancia se atreve?
¿Quién llama así a mi postigo?

No os turbeis, señora mía
Que soy vuestro dulce amigo.
Señora soy Gerineldo
Que vengo a lo prometido.

Tirole escalera de oro
Por ella se había subido.
Tomáralo por la mano
Y en el lecho lo ha metido.

Empezaron a luchar
Los dos a brazo partido
Estando los dos luchando
Los dos cayeron rendidos

Entre juegos y deleites
La noche se les ha ido.
Y allá hacia el amanecer
Los dos se duermen vencidos

Ya se ha despertado el rey,
Pregunta por sus vestidos
Pregunta por Gerineldo
Que es su paje más querido

Tres veces le había llamado
Ninguna le ha respondido
Unos dicen que se ha ido
Y otros que no le han visto

El rey que cayó en sospecha
Al cuarto de su hija ha ido,
Con zapatillas de seda
Para así no ser sentido.

Gerineldo, Gerineldo,
Mi camarero pulido
Si me andas en traición
Tratasme como a enemigo

Encontró escalera puesta
Por ella subió al castillo,
Tomó la espada en la mano
En gran saña va encendido

Fuérase hacia la cama
Donde a Gerineldo vido
Encontró a los dos durmiendo
Como mujer y marido
¿Mataré yo a Gerineldo
a quien crié desde niño?
Pues si matare a la infanta
Mi reino será perdido

Pondré mi espada por medio
Que me sirva de testigo
Y saliose hacia el jardín
Sin ser de nadie sentido

Rebullíase la infanta
Tres horas el sol salido
Con el frio de la espada
La dama se ha estremecido

Levántate Gerineldo
Que somos los dos perdidos
Que la espada de mi padre
Entre los dos ha dormido
¿Y adonde iré yo mi señora,
que del rey no sea visto?
Vete por ese jardín
Cogiendo rosas y lirios

Pesares que te vinieren
Yo los partiré contigo
El rey que estaba en acecho
Al encuentro le ha salido
¿Dónde vienes Gerineldo
tan mustio y descolorido?
Vengo del jardín señor
De ver como ha florecido.

La fragancia de una rosa
La color me ha desvaído
De esa rosa que has cortado
Mi espada ha sido testigo

No me niegues Gerineldo
Que con mi hija has dormido.
No lo niego mi señor
Aunque me de gran castigo

Hincó la rodilla en tierra,
Y de esta manera dijo:
Dadme la muerte, buen rey,
Bien lo tengo merecido.

No te mato Gerineldo,
Que te crié desde niño.
Antes que se ponga el sol
Sereis mujer y marido.

No lo permita mi Dios
Ni la Virgen de la Estrella
Que mujer que fue mi ama
Que me case yo con ella

Se ha declarado una guerra
Entre Francia y Portugal
Y llevan a Gerineldo
De capitán general

Los ojos de la condesa
Ya no cesan de llorar
¿Por cuántos meses, mi conde
a la guerra te me vas?

Yo los contaré por años
Que por meses no hay lugar
Si a los siete años no he vuelto
Mi infanta os podeis casar

Pasa uno, pasan dos,
Los siete han pasado ya
Un día puestos a la mesa
Su padre le vino a hablar
¿Por qué no te casas hija?
¿Por qué no te casas ya?
No me caso padre mío
Que el Conde al venir está.
Échame la bendición
Que le quiero ir a buscar
Que la de Dios te acompañe
Y que le llegues a hallar.

Ponte el sombrero de paja
Y lo mejor de tu ajuar
Y en los lugares que cruces
Por él has de preguntar

Se ha vestido de romera
Y le ha salido a buscar
De día por la montaña
De noche por la ciudad

Ya anduvo siete jornadas
Y no halló con quien hablar,
Caminando, caminando,
Se ha encontrado con el mar

Marinero, marinero,
Dime, dime, la verdad
¿de quién es aquel barquito
que ha acabado de llegar?
¿Y de quién ese caballo
que siento yo relinchar?
Son del Conde Gerineldo
Que pronto se va a casar.
“¡Ay, quien le pudiera ver!
¡Ay, quien le pudiera hablar!
Y su boca con la mía
¡Quién la pudiera juntar!

A la salida de un pueblo
Viniendo de vuelta ya,
En lo alto de una loma
Oye a un becerro balar

Se encontró con un vaquero
Chiquito y de poca edad
Pastorcito, pastorcito
Dime, dime la verdad
¿De quien es ese ganado
con tanta cruz y señal?
Es del Conde Gerineldo
Que pronto se va a casar.

Hoy han matado las reses
Mañana cuecen el pan
Para que al día siguiente
Se pueda el Conde casar

Te daré un doblón de oro
Si me llevas donde está.
No puedo partir señora
Que el ganado se me va.

Tengo cien vacas paridas
Y cien becerrillos más,
Las vacas están pariendo
Y no las puedo dejar.

Si el ganado se te fuere
Yo te lo sabré buscar,
Y si al fin no apareciere,
Yo te lo sabré pagar.

Le ha dado una onza de oro
Y la ha llevado al portal.
Enseguida la Condesa
Se puso al Conde a llamar.
“Dame Conde una limosna,
que bien me la puedes dar”
una doncella bajaba
bajaba un triste real.
¡Qué poca limosna es ésta!,
¡Qué poca limosna dan!,
para ser de un caballero
como el que vengo a buscar.

Le bajaron una joya
Y un precioso delantal
Pero ella no quiere nada.
Sólo quiere al Conde hablar.

Baja, baja, Conde mío
Si me quieres escuchar
Que vengo desde muy lejos
Pidiendo un trozo de pan.

Si de tan lejos vienes,
Tendrás mucho que contar.
“La pobre de tu Condesa
nunca para de llorar”

¡Ay, quién la pudiera ver!
¡Ay, quién la pudiera hablar!.
“¿En qué la conocerías
o en qué la conocerás?”

“En el rostro de su cara
tiene un bonito lunar”
“El rostro se me ha caido,
pero el lunar aquí está”
No me mires a la boca,
Que te solía besar,
Ni me mires a los brazos
Con que te solía abrazar.

No me mires a las manos
Que te solían dar pan,
Ni me mires este anillo
Que te ha costado un caudal.

Señora sois el demonio
Que me venís a tentar
No soy el demonio, Conde
Soy tu esposa natural

Y la mujer que tu tengas
De criada se vendrá
Y el gasto que tengas hecho
A los pobres servirá.
El Conde lleno de gozo
Se echó de pronto a llorar.
Esta es mi primer mujer
Con ella siempre he de estar.

viernes, 11 de mayo de 2012

EL POEMA DEL MIO CID

El Poema se divide en tres partes o cantares : cantar del Destierro, Cantar de las bodas Cantar de la afrenta de Corpes :

Cantar I.  Cantar del Destierro :

El Cid sale de Vivar, dejando sus palacios desiertos y llega a Burgos, donde nadie se atreve a darle asilo por temor a las represalias del rey. Una niña de nueve años le ruega que no intente la ayuda por la fuerza para no perjudicar a los moradores de la posada. En la ciudad se aprovecha de la avaricia de unos judíos. El Cid se dirige al monasterio de San Pedro de Cardeña, para despedirse de su esposa, doña Jimena, y de sus dos hijas, a las que deja confiadas al abad de dicho monasterio. Entra luego en tierra de moros, asalta la villa de Castejón y vence a los moros en varias ocasiones, recogiendo un rico botín del que envía parte al rey ; continúa sus correrías y derrota y prende al conde Barcelona, liberándole poco después .
Castilla - Manuel Machado

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
—polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas, el postigo
va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca,
en el umbral. Es toda
ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.

«¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El Cielo os colme de venturas...
En nuestro mal, ioh Cid!, no ganáis nada».

Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: «¡En marcha!»

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
—polvo, sudor y hierro—, el Cid cabalga.

El destierro(fragmento)

-Cronista:


De los sus ojos tan fuerte mientre llorando,
Tornaba la cabeza e estabalos catando;
Vio puertas abiertas e uzos sin cañados,
Alcandaras vazias sin pieles e sin mantos
Y sin falcones y sin adtores mudados.
Suspiro mio Çid, ca a mucho habia grandes cuidados,
Fablo mio Çid bien y tan mesurado:
-Cid:
Grado a Ti, Señor Padre, que estas en alto.
¡Esto me han vuelto mios enemigos malos!
-Cronista:
Alli piensan de aguijar, alli sueltan las riendas.
A la exida de Bivar hobieron la corneja diestra,
Y entrando a Burgos hobieron la siniestra.
Meçio mio Çid los hombros e engrameo la tiesta.
-Cid:
¡Albriçia, Albar Fañez, ca echados somos de tierra!


Jura de Santa Gadea
En Santa Gadea de Burgos
do juran los hijosdalgo,
allí toma juramento
el Cid al rey castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo.
Las juras eran tan recias
que al buen rey ponen espanto.
—Villanos te maten, rey,
villanos, que no hidalgos;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
traigan capas aguaderas,
no capuces ni tabardos;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos,
las riendas traigan de cuerda,
no de cueros fogueados;
mátente por las aradas,
no en camino ni en poblado;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
sáquente el corazón vivo,
por el derecho costado,
si no dices la verdad
de lo que te es preguntado:
si tú fuiste o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
de los suyos más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni Papa descomulgado.
Jura entonces el buen rey
que en tal nunca se ha hallado.
Después habla contra el Cid
malamente y enojado:
—Mucho me aprietas, Rodrigo,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas si hoy me tomas la jura,
después besarás mi mano.
—Aqueso será, buen rey,
como fuer galardonado,
porque allá en cualquier tierra
dan sueldo a los hijosdalgo.
—¡Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no me entres más en ellas,
desde este día en un año!
—Que me place —dijo el Cid—.
que me place de buen grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno
yo me destierro por cuatro.



Cantar II.  Cantar de las Bodas 

Refiere fundamentalmente la conquista de Valencia. El Cid vence al rey moro de Sevilla y envía un nuevo presente al rey Alfonso VI, lo que permite el reencuentro del Cid con su familia. Poco después la ciudad es sitiada por el rey moro de Marruecos ; el Cid le derrota y envía un tercer presente al rey Alfonso. Los infantes de Carrión solicitan al rey de Castilla las hijas del Cid en matrimonio y el rey y señor del Cid interviene para lograr el consentimiento de aquel y lo perdona solemnemente. Con los preparativos termina el Cantar. 

Pavura de los condes de carrión



Medio día era por filo,
que rapar podía la barba,
cuando, después de mascar,
el Cid sosiega la panza.La gorra sobre los ojos
y floja la martingala,
boquiabierto y cabizbajo,
roncando como una vaca.
Gúardale el sueño Bermudo
y sus dos yernos le guardan,
apartándolo las moscas
del pescuezo y de la cara,
cuando una voces, salidas
por fuerza de la garganta,
no dichas de  voluntad
sino de miedo pujadas,
se oyeron en el palacio,
se escucharon en la cuadra,
diciendo, «¡guardá: el león!»,
y en esto entró por la sala.
Apenas Diego y Fernando
le vieron tender la zarpa,
cuando lo hicieron sabidoras
de su temor a sus bragas.
El mal olor de los dos
al pobre león engaña,
y por cuerpos muertos deja
los que tal perfume lanzan.
A venir acatarrado
el león, a los dos mata;
pues de miedo del perfume
no les siguió las espaldas.
El menor, Fernán González,
detrás de un escaño a gatas,
por esconderse, abrumó
sus costillas con las tablas.
Diego, más determinado,
por un boquerón se ensarta
a esconderse, donde van
de retorno las viandas.
Bermudo, que vio el león,
revuelta al brazo la capa,
y sacando un asador
que tiene humos de espada,
en la defensa se puso.
Despertó al Cid la borrasca,
y abriendo entrambos los ojos
empedrados de legañas,
tal grito la dio al león
que le aturde y le acobarda,
que hay leones enemigos
de voces y de palabras.
Envióle a su leonera
sin que le diese fianzas;
por sus yernos preguntó,
receloso de desgracias.
Allí respondió Bermudo,
«Señor, no receléis nada,
pues se guardan vuesos yernos
en Castilla, como en Pascua».
Y remeciendo el escaño,
a Fernán González hallan
devanando en su bohemio,
hecho ovillo en la botarga.
Las narices del buen Cid
a saberlo se adelantan,
que le trajeron las nuevas
los vapores de sus calzas.
Salió cubierto de tierra
y lleno de telarañas;
corrióse el Cid de mirarlo,
y en esta guisa le fabla:
«Agachado estabais, conde,
y tenéis mucha más traza
de home que aguardó jeringa
que del que espera batalla.
Connusco habedes yantando,
¡Oh, que mala pro vos faga,
pues tan presto bajó el miedo
los yantares a las ancas!
Sacárades a Tizona,
que ella vos asegurara,
pues en vos no es rabiseca,
según la humedad que anda».
Gil Díaz, el escudero,
que al Cid contino acompaña,
con la mano en las narices
todo sepultado en bascas,
trayendo detrás de sí
a Diego, el yerno que falta,
con una mano le enseña,
mientras con otra se tapa.
«Vedes aquí, señor mío,
un fijo de vuesa casa,
el conde de Carrión,
que esconde mal su crianza.
de dónde yo le he sacado,
sus vestidos vos lo parlan;
y a voces sus palominos
chillan, señor, lo que pasa.
Más cedo podréis tomar
a Valencia y sus murallas,
que ningún cabo al conde
por no haber de do le asgan.
Si no merece de yerno
el nombre por esta causa,
tenga el de servidor vueso,
pues tanta parte le alcanza».
Sañudo le mira el Cid,
con mal talante le encara:
«de esta vez, amigos condes,
descubierto habéis la caca.
¿Pavor de un león hobistes,
estando con vuesas armas,
fincando en compaña mía,
que para seguro basta?
Por san Millán que me corro,
mirándovos de esa traza,
y que de lástima y asco
me revolvéis las entrañas.
El que de infanzón se precia,
face en el pavor y el ansia
de las tripas corazón,
ansí el refrán vos lo canta.
Mas vos en esta presura,
sin acatar vuesa casta,
hacéis del corazón tripas,
que el puro temor vos vacia.
Ya que Colada no os fizo
valiente aquesta vegada,
fágavos colada limpio:
echaos, buen conde, en colada».
«Calledes, el Cid, callades»
-Dijo, con la voz muy baja-,
«y la cosa que es secreta,
tan pública no se faga.
Si non fice valentía,
fice cosa necesaria;
y si probáis lo que fice,
lo tendredes por fazaña.
Más ánimo es menester
para echarse en la privada,
que para vencer a Búcar
ni a mi leones que salga:
ánimo sobrado tuve».
más en esto el Cid le ataja,
porque, sin un incensario,
ninguno a escuchar la guarda:
«Id, infante, a doña Sol,
Vuesa esposa desdichada,
y decidla que vos limpie,
mientras vos busco una ama.
Y non habléis ende más;
y obedeced, si os agrada,
aquel refrán que aconseja:
la caca, conde, callarla».


Cantar III. La afrenta de Corpes : 
Los infantes de Carrión quedan en ridículo ante los cortesanos del Cid por su cobardía en el campo de batalla y por el pánico que demuestran a la vista de un león escapado. deciden entonces vengar las burlas de que han sido objeto, para ello parten de Valencia con sus mujeres y, al llegar al robledal de Corpes las abandonan, después de azotarlas bárbaramente. El Cid pide justicia al rey. Convocadas las cortes en Toledo, los guerreros del Campeador desafían y vencen a los infantes, que son declarados traidores. El Poema con las nuevas bodas de las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Navarra y Aragón.